
01 de noviembre del 2009
El colmo de la impudicia, es pedirle ahorro y sacrificios a un pueblo inmolado por once años de despojos… A un pueblo, que la ambición de poder y permanencia, le arrebató su patrimonio, entregándolo a intereses bastardos y foráneos. Sacrificar su bienestar, dándole prioridad a las demandas monetarias de gobernantes extranjeros, es comparable a un crimen de lesa humanidad. Limitarle sus derechos, hasta negarle el baño diario y la energía eléctrica, es exceder los límites de su paciencia y tolerancia. Intereses personales e incapacidad para gobernar, han empujado al país al barranco del racionamiento y las penurias.
El colmo de la impudicia, es pedirle ahorro y sacrificios a un pueblo inmolado por once años de despojos… A un pueblo, que la ambición de poder y permanencia, le arrebató su patrimonio, entregándolo a intereses bastardos y foráneos. Sacrificar su bienestar, dándole prioridad a las demandas monetarias de gobernantes extranjeros, es comparable a un crimen de lesa humanidad. Limitarle sus derechos, hasta negarle el baño diario y la energía eléctrica, es exceder los límites de su paciencia y tolerancia. Intereses personales e incapacidad para gobernar, han empujado al país al barranco del racionamiento y las penurias.

La destrucción avanza al mismo ritmo que las burlas y los nuevos engaños electorales de unos golpistas fracasados, de unos “sábelo nada” que se mueven como peces en el agua, entre el soborno y el chantaje nacional e internacional.
La Patria está enferma e infectada por bacterias rojas, violentas y desintegradoras, que han dividido hasta a los miembros de las etnias indígenas. Contaminada, por la amoralidad que ha descuartizado la Constitución de la República, que se ha apropiado de bienes privados, no por causa de utilidad pública o social, sino por codicia, envidia, reconcomio o rabia. La ausencia de planificación, mantenimiento, inversión, conocimientos y una corrupción escandalosa, convirtieron a la Nación en cementerio, frenando el desarrollo sostenido y continuado de la IV República. En este régimen, los uniformados, ex guerrilleros y la izquierda, han demostrando fehacientemente sus ineptitudes, en el desempeño de las funciones públicas. No es el fenómeno de El Niño, el que está causando infortunio, daños y pérdidas. El único Niño causante del estado deplorable en el que se encuentra Venezuela, del desastre “antinatural” de un país que fue dueño y señor de ingresos colosales, es indiscutiblemente: El Niño de Miraflores.


Es urgente ponerle coto a la apatía y al conformismo. Hay que obstaculizar el avance de la “revolución de los vándalos”, de la destrucción escarlata de un gobierno sin obras, sin proyectos. De gastos, endeudamiento, inflación, y pérdida del poder adquisitivo.
¡En el comunismo no hay caminos ni horizontes, es un morir con las puertas y las ventanas cerradas, asfixiados por el gas pútrido de la insolencia y la opresión!...!...
Myriam Obadía - Abogada venezolana
Myriam Obadía
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