El joven que está en Yare III rechazó la oferta de vivir en EEUU. Ecologista y adicto al Facebook, viene de una familia separada por la distancia y la política. Esta es su historia, que es un poco la del país.
Lo encontraron en su residencia con las manos en la computadora. Los vecinos de la urbanización El Trigal, que presenciaron el arresto de Julio César Rivas en Valencia, se enteraron que una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas estaba deteniéndolo en sus narices, por un mensaje que los convocó a través de la red social Twitter: "El Cicpc está en mi casa (&) avisen rápido".
Fue el 7 septiembre a las 4:12 minutos de la tarde. De eso queda constancia en el último mensaje que publicó en la Web. Como también del video que Venezolana de Televisión transmitió, para mostrar en vivo el momento en que un par de funcionarios lo conducían esposado a la sede principal de la policía científica, en Caracas. Lo que pasó después, no obstante, sólo se conoce por el testimonio de su abogado, Alfredo Romero: "El director del Cicpc, Wilmer Flores Trosel, lo llevó a su propia oficina, donde lo interrogaron de manera informal sin representante jurídico ni nadie que lo viera hasta el día siguiente".
El país ya sabe, de cualquier forma, que Julio César Rivas Castillo se encuentra en este momento recluido en el centro penitenciario Yare III. El joven de 22 años al que se le imputan seis delitos, tras participar en la marcha que el 22 de agosto protestó la nueva Ley Orgánica de Educación, espera juicio en la torre 4 de ese lugar, donde el martes sirvieron comida podrida y en la madrugada del jueves se escucharon disparos.
Mañana habrá transcurrido una semana del día que estrenó una celda que comparte con presos comúnes, a pesar de que justo frente a sus instalaciones, se encuentra el pabellón en el que también está recluido el prefecto de Caracas, Richard Blanco, y los otros trabajadores de la Alcaldía Metropolitana que atraviesan la misma situación.
Como sus compañeros de presidio, Rivas carece de un ventilador. Se encuentra, además, en el período de observación que atraviesa cualquier persona que cae presa, por lo que tampoco dispone de más visitas que las de sus abogados.
Romero destaca que no existe peligro de fuga ni necesidad de someterlo a los rigores de Yare III. "Hay una suerte de tortura al encerrar a cualquiera bajo 40 grados centígrados sin permitirle un ventilador", afirma. "Nosotros solicitamos y, consideramos que así lo van a tomar en cuenta, que es contrario al proceso penal y violatorio de los derechos humanos, imponer el sistema de los sentenciados a personas procesadas".
Lo importante para Rivas, no obstante, es que Valencia y el país, en general, no se olviden de él y de los otros ciudadanos que considera presos políticos. A quienquiera que pueda escucharlo, manda a decir que no ha cometido delito alguno.
"Todos mis actos, e incluso los de ese día, f apegados a la Constitución", insistió a los dirigentes estudiantiles Luis Magallanes, David Uzcátegui y los otros visitantes que pudieron verlo el 11 de septiembre en la Brigada de Acciones Especiales del Cicpc, antes de que lo trasladararan a Yare.
A favor y en contra
En las filas del Gobierno no creen, de cualquier forma, que Julio Rivas sea la "mansa palomita" de la que hablan en la Oposición. Flores Trosel recordó que es líder de la organización Juventud Activa Venezuela Unida (JAVU), a la que acusó públicamente de constituir un "grupo violento que se presenta en las manifestaciones para generar zozobra, destruir el patrimonio público y lesionar a los funcionarios policiales". Mario Silva, por su parte, fue el primero en señalarlo -desde VTV- como agitador de la marcha del pasado 22 de agosto.
Al otro lado de la moneda, Rivas es una víctima de un gobierno que criminaliza la protesta. Es lo que dice su abogado: "Es un trofeo que busca acallar al movimiento estudiantil". No en vano, todo comenzó en una marcha contra la polémica Ley de Educación, por lo que asegura que "Julio es un preso de la Ley de Educación".
¿Quién es entonces este muchacho de menos de 1,70 metros, al que imputan los delitos de instigación a la guerra civil y a la devastación, incitación para delinquir, asociación para delinquir, resistencia a la autoridad, daños materiales y uso de arma genérica?
Con puños blancos
Rivas nació en el hospital de Lídice de Caracas en 1987 y antes de que su familia montara negocio y domicilio en Valencia, vivió en el 23 de Enero, Mariches y los Magallanes de Catia. En su casa nunca esperaban verlo en estas circunstancias pero al otro lado del teléfono, comentan desde Estados Unidos, que sus luchas no son nuevas: ya en el colegio peleaba con profesores por política y derechos civiles.
"Una vez me llamaron del liceo porque no quiso hacer sentadillas", recuerda su mamá, Nubia Castillo. "Estudiaba en el colegio de los bomberos y le recordó al director que conocía sus derechos y sabía que esos castigos habían sido abolidos en el reglamento militar".
Aunque menor de edad, Julio Rivas entonces ya dejaba suela y consignas contra el Gobierno nacional en el distribuidor El Trigal y otros de los sitios que han concentrado a la oposición de Carabobo. En 2007 se le vio en la calle manifestando entre los jóvenes que protestaron el fin de RCTV en señal abierta; luego con el puño blanco que sirvió de bandera a los jóvenes del movimiento Otpor que lucharon contra la dictadura de Slobodan Milósevic en Serbia.
El pasado 18 de agosto fue detenido junto a otros 16 jóvenes que pintaron grafitis que decían "Chávez culpable". Fue una campaña que responsabilizaba al Presidente de la inseguridad, el mal estado de los hospitales y los problemas sociales del país. Más que el desadaptado que denuncia Mario Silva desde antes de agosto, Romero cree que la medida de presentación que obtuvo por este caso es la mejor prueba de que con Rivas, el país tiene otro preso político: "¿Cuál es el peligro de fuga si ya se presentaba en tribunales?".
En Valencia hay quienes lo pintan como vehemente y radical, pero no más. "Es el muchacho que pone pañuelos rojos amordazando las estatuas (...) Podemos estar o no de acuerdo con sus métodos (...), pero sin discutir su calidad de luchador", escribió Charito Rojas en su última columna de Notitarde.
"¿Qué peligro va a ser un niño que no tiene armas", agrega su vecina, Cielo Espinoza. Para ella, el joven que el 22 de agosto mandó un besito a Mario Silva -a través de las cámaras de La Hojilla- no es más que "un líder con poder de convocatoria", "un muchacho echado pa' lante", adicto al Facebook y militante de las causas ecológicas, entre las que menciona las jornadas de reforestación del cerro que está en El Trigal.
Espinoza destaca los cuatro días en huelga de hambre, que su vecino pasó en la redoma de Guaparo de Valencia, para pedir justicia por los sucesos del 11 de abril de 2002. Era Semana Santa y entre los opositores que acompañaron la protesta, Rivas entonces volvió a rechazar la oferta de cambiar este país polarizado por una vida en el extranjero. Stephanie, una de sus cinco hermanos, lo recuerda muy bien: "Nosotras fuimos a la redoma a despedirnos, mi mamá vino de Estados Unidos a buscarnos y él dijo que se quedaba".
Como el país, la familia Rivas Castillo tiene diferentes puntos de vista a la hora de hablar de política. El papá ha declarado que votó por el presidente de la República, Hugo Chávez, pero la mamá no cree que el país va en buen camino. Por eso y por la ruina de una empresa familiar, en 2002 decidió probar suerte en el extranjero.
Julio Rivas vive sólo desde ese momento. A los 15 salió del liceo, empezó a trabajar en un café del Sambil de Valencia, luego en tiendas y empresas, que le permitieron sacar un título de técnico superior en mercadeo. De cualquier modo, quienes lo conocen dejan claro que su norte ha estado en la lucha política. "Dedicaba más de 70% de su tiempo a la lucha democrática", destaca Luis Magallanes, miembro del parlamento estudiantil. "Es una persona vehemente, que critica la apatía y que decidió 'guapear' aquí teniendo la oportunidad de irse a vivir cómodo afuera".
Tal vez por eso Julio Rivas ahora llama a seguir protestando. "Que esto que me están haciendo a mi no sea un tapón para la boca de los demás", pidió cuatro días después de caer preso. "Para luchar contra gobiernos totalitarios, lo primero que hay que vencer es el miedo".
Joseph Poliszuk
Lo encontraron en su residencia con las manos en la computadora. Los vecinos de la urbanización El Trigal, que presenciaron el arresto de Julio César Rivas en Valencia, se enteraron que una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas estaba deteniéndolo en sus narices, por un mensaje que los convocó a través de la red social Twitter: "El Cicpc está en mi casa (&) avisen rápido".
Fue el 7 septiembre a las 4:12 minutos de la tarde. De eso queda constancia en el último mensaje que publicó en la Web. Como también del video que Venezolana de Televisión transmitió, para mostrar en vivo el momento en que un par de funcionarios lo conducían esposado a la sede principal de la policía científica, en Caracas. Lo que pasó después, no obstante, sólo se conoce por el testimonio de su abogado, Alfredo Romero: "El director del Cicpc, Wilmer Flores Trosel, lo llevó a su propia oficina, donde lo interrogaron de manera informal sin representante jurídico ni nadie que lo viera hasta el día siguiente".
El país ya sabe, de cualquier forma, que Julio César Rivas Castillo se encuentra en este momento recluido en el centro penitenciario Yare III. El joven de 22 años al que se le imputan seis delitos, tras participar en la marcha que el 22 de agosto protestó la nueva Ley Orgánica de Educación, espera juicio en la torre 4 de ese lugar, donde el martes sirvieron comida podrida y en la madrugada del jueves se escucharon disparos.
Mañana habrá transcurrido una semana del día que estrenó una celda que comparte con presos comúnes, a pesar de que justo frente a sus instalaciones, se encuentra el pabellón en el que también está recluido el prefecto de Caracas, Richard Blanco, y los otros trabajadores de la Alcaldía Metropolitana que atraviesan la misma situación.
Como sus compañeros de presidio, Rivas carece de un ventilador. Se encuentra, además, en el período de observación que atraviesa cualquier persona que cae presa, por lo que tampoco dispone de más visitas que las de sus abogados.
Romero destaca que no existe peligro de fuga ni necesidad de someterlo a los rigores de Yare III. "Hay una suerte de tortura al encerrar a cualquiera bajo 40 grados centígrados sin permitirle un ventilador", afirma. "Nosotros solicitamos y, consideramos que así lo van a tomar en cuenta, que es contrario al proceso penal y violatorio de los derechos humanos, imponer el sistema de los sentenciados a personas procesadas".
Lo importante para Rivas, no obstante, es que Valencia y el país, en general, no se olviden de él y de los otros ciudadanos que considera presos políticos. A quienquiera que pueda escucharlo, manda a decir que no ha cometido delito alguno.
"Todos mis actos, e incluso los de ese día, f apegados a la Constitución", insistió a los dirigentes estudiantiles Luis Magallanes, David Uzcátegui y los otros visitantes que pudieron verlo el 11 de septiembre en la Brigada de Acciones Especiales del Cicpc, antes de que lo trasladararan a Yare.
A favor y en contra
En las filas del Gobierno no creen, de cualquier forma, que Julio Rivas sea la "mansa palomita" de la que hablan en la Oposición. Flores Trosel recordó que es líder de la organización Juventud Activa Venezuela Unida (JAVU), a la que acusó públicamente de constituir un "grupo violento que se presenta en las manifestaciones para generar zozobra, destruir el patrimonio público y lesionar a los funcionarios policiales". Mario Silva, por su parte, fue el primero en señalarlo -desde VTV- como agitador de la marcha del pasado 22 de agosto.
Al otro lado de la moneda, Rivas es una víctima de un gobierno que criminaliza la protesta. Es lo que dice su abogado: "Es un trofeo que busca acallar al movimiento estudiantil". No en vano, todo comenzó en una marcha contra la polémica Ley de Educación, por lo que asegura que "Julio es un preso de la Ley de Educación".
¿Quién es entonces este muchacho de menos de 1,70 metros, al que imputan los delitos de instigación a la guerra civil y a la devastación, incitación para delinquir, asociación para delinquir, resistencia a la autoridad, daños materiales y uso de arma genérica?
Con puños blancos
Rivas nació en el hospital de Lídice de Caracas en 1987 y antes de que su familia montara negocio y domicilio en Valencia, vivió en el 23 de Enero, Mariches y los Magallanes de Catia. En su casa nunca esperaban verlo en estas circunstancias pero al otro lado del teléfono, comentan desde Estados Unidos, que sus luchas no son nuevas: ya en el colegio peleaba con profesores por política y derechos civiles.
"Una vez me llamaron del liceo porque no quiso hacer sentadillas", recuerda su mamá, Nubia Castillo. "Estudiaba en el colegio de los bomberos y le recordó al director que conocía sus derechos y sabía que esos castigos habían sido abolidos en el reglamento militar".
Aunque menor de edad, Julio Rivas entonces ya dejaba suela y consignas contra el Gobierno nacional en el distribuidor El Trigal y otros de los sitios que han concentrado a la oposición de Carabobo. En 2007 se le vio en la calle manifestando entre los jóvenes que protestaron el fin de RCTV en señal abierta; luego con el puño blanco que sirvió de bandera a los jóvenes del movimiento Otpor que lucharon contra la dictadura de Slobodan Milósevic en Serbia.
El pasado 18 de agosto fue detenido junto a otros 16 jóvenes que pintaron grafitis que decían "Chávez culpable". Fue una campaña que responsabilizaba al Presidente de la inseguridad, el mal estado de los hospitales y los problemas sociales del país. Más que el desadaptado que denuncia Mario Silva desde antes de agosto, Romero cree que la medida de presentación que obtuvo por este caso es la mejor prueba de que con Rivas, el país tiene otro preso político: "¿Cuál es el peligro de fuga si ya se presentaba en tribunales?".
En Valencia hay quienes lo pintan como vehemente y radical, pero no más. "Es el muchacho que pone pañuelos rojos amordazando las estatuas (...) Podemos estar o no de acuerdo con sus métodos (...), pero sin discutir su calidad de luchador", escribió Charito Rojas en su última columna de Notitarde.
"¿Qué peligro va a ser un niño que no tiene armas", agrega su vecina, Cielo Espinoza. Para ella, el joven que el 22 de agosto mandó un besito a Mario Silva -a través de las cámaras de La Hojilla- no es más que "un líder con poder de convocatoria", "un muchacho echado pa' lante", adicto al Facebook y militante de las causas ecológicas, entre las que menciona las jornadas de reforestación del cerro que está en El Trigal.
Espinoza destaca los cuatro días en huelga de hambre, que su vecino pasó en la redoma de Guaparo de Valencia, para pedir justicia por los sucesos del 11 de abril de 2002. Era Semana Santa y entre los opositores que acompañaron la protesta, Rivas entonces volvió a rechazar la oferta de cambiar este país polarizado por una vida en el extranjero. Stephanie, una de sus cinco hermanos, lo recuerda muy bien: "Nosotras fuimos a la redoma a despedirnos, mi mamá vino de Estados Unidos a buscarnos y él dijo que se quedaba".
Como el país, la familia Rivas Castillo tiene diferentes puntos de vista a la hora de hablar de política. El papá ha declarado que votó por el presidente de la República, Hugo Chávez, pero la mamá no cree que el país va en buen camino. Por eso y por la ruina de una empresa familiar, en 2002 decidió probar suerte en el extranjero.
Julio Rivas vive sólo desde ese momento. A los 15 salió del liceo, empezó a trabajar en un café del Sambil de Valencia, luego en tiendas y empresas, que le permitieron sacar un título de técnico superior en mercadeo. De cualquier modo, quienes lo conocen dejan claro que su norte ha estado en la lucha política. "Dedicaba más de 70% de su tiempo a la lucha democrática", destaca Luis Magallanes, miembro del parlamento estudiantil. "Es una persona vehemente, que critica la apatía y que decidió 'guapear' aquí teniendo la oportunidad de irse a vivir cómodo afuera".
Tal vez por eso Julio Rivas ahora llama a seguir protestando. "Que esto que me están haciendo a mi no sea un tapón para la boca de los demás", pidió cuatro días después de caer preso. "Para luchar contra gobiernos totalitarios, lo primero que hay que vencer es el miedo".
Joseph Poliszuk
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